miércoles, 25 de mayo de 2011

Todos los seres tienen naturaleza de Buda


Es recurrente escuchar en las distintas escuelas del Budismo que todos los seres tienen naturaleza de Buda.

Suena bonito, reconfortante y bastante buena onda. Incluso al estudiar el Dharma (las enseñanzas del Buda) uno puede deducir que es probable que esto sea verdad. Se argumenta que la ignorancia, el apego y el rechazo, que son la principal fuente de nuestra confusión y dolor, tienen origen en nuestra mala percepción de cómo existimos y cómo existen los fenómenos (impermanentes y carentes de existencia absoluta). Si los seres son capaces de vivir la realidad de todos los fenómenos de forma directa y clara, se pueden liberar de la confusión y alcanzar la iluminación o acceder a su naturaleza Búdica.

Por supuesto se han escrito infinidad de profundos tratados a lo largo de la historia del budismo que tratan estos temas, y lo que yo pueda decir sin ser un academico, filósofo o un gran contemplativo sería bastante chafa. Sin embargo, mis últimas vivencias me han dado una valiosa lección al respecto.

Desde enero de este año, he estado en unos talleres vivénciales donde trabajas tu desarrollo humano, tu psique. Desde el primer día noté dos personas que me hicieron pensar, - ¿Estos qué hacen aquí? Con esa actitud tan rígida no creo que cambien para nada, están perdiendo su tiempo…  güeva! -

Primero comentaré sobre una señora que llamaré Regina. Ella es una señora ya entrada en edad con un camino ya recorrido, con porte de “ñora” digna y de carácter fuerte. ¿Que se le puede enseñar a una ñora que mantiene una actitud de “yo ya me la sé de todas, todas?” Típica doña que se molesta si cuestionas su imagen o sus ideas, donde uno prefiere ahorrarse el numerito y darles el super avionazo para no meterse en broncas. Después de varias dinámicas donde su imagen fue cuestionada de pies a cabeza; donde ella pudo darse cuenta que no necesitaba defender nada y aferrarse a su coraza, Regina se quebró…

Tuve la fortuna de ser su confidente ya que trabajamos mucho juntos, y me sorprendí pues nunca pensé que le podía ser tan honesto a alguien de su edad y que ella me iba a escuchar y a complementar con total honestidad y claridad. Me confesó sus errores del pasado, sus malos entendidos y me los entregó para que yo pudiera aprender de ellos; no le importó lo que yo pudiera pensar o decir de ella, simplemente fue transparente para ayudarme, y gracias a ello, lo logró.

La siguiente persona la llamaré Viviana, el primer día que la conocí, la ví directo a los ojos. Note la dureza de su cara, su odio y rencor a flor de piel, tenía una fiereza en su mirada lista para atacar a quien se atreviera a dañarla en lo mas mínimo. Yo pensé - ¡Que miedooooo, ni loco me le acerco a esta pinche vieja – lo primero que le dije fue, - No confío en ti – y ella me contesto muy molesta, ¡Pues yo tampoco confío!

Después de trabajar con los oscuros fantasmas de su pasado, Viviana sollozó como nunca había visto a alguien hacerlo, los fuertes y liberadores lamentos de su dolor profundo y antiguo penetraron mi pecho, desgarraron mi corazón y pude entender que esa dura imagen era producto de alguien que sufría demasiado.

Entendí a un nivel vivencial la frase de mi querido Lama Ole Nydhal, “Quien se siente bien actúa bien, quien se siente mal, actúa mal”. Ese día me prometí no olvidar a Viviana por el resto de mis días, que tremenda lección de vida me había dado.

La Viviana que conocí después, se transformó en una persona con una conexión directa con la naturaleza y la realidad orgánica del mundo, como una guerrera apache: era fuerte, intensa, apasionada, espontánea y sin barreras. Como un ser mítico de la naturaleza, espontáneo, cariñoso, directo y sin filtros.

Todos y cada uno de mis compañeros del taller revelaron parte de su verdadera naturaleza y no hubo uno solo al que pudiera verlo como poco interesante. Todos en algún punto fueron claros, directos, honestos, gozosos, tal y cual eran en realidad. Ví al ser humano en cada uno de ellos.

Antes yo pensaba que era “probable” que todos los seres tuvieran naturaleza de Buda, sin embargo sentía que en la mayoría era imposible hacer mucho en esta vida, debido a su dura y necia capa, - quizás en vidas futuras -, pensaba…

Ahora sé que estaba muy equivocado, mi experiencia me dice que hasta los mas duros, viles y ruines tienen naturaleza de Buda, solo la coraza que los separa de ella es en medida del dolor que están sintiendo y la gente se puede transformar mucho más de lo que me imaginaba.

Aunque esto era algo que ya me habían dicho muchas veces los viejos Lamas, ahora tiene un profundo sentido en carne propia para mí.

lunes, 7 de marzo de 2011

¿Trascender el ego o cultivar la autoestima?


La semana pasada tomé un taller vivencial, que me ayudó a trabajar con mis miedos y analizar las máscaras o barreras que uso para defenderme de aquellas situaciones que me generan conflicto.

Salieron muchas cosas que ya conocía gracias a la continua observación de mis hábitos, pensamientos y emociones. Pero salieron muchas otras que tenía una vaga idea de que existían ó eran extremadamente sutiles y dolorosas como para querer prestarles atención.

Noté una arrogancia sutil que me impide vincularme con los demás. ¡Pues claro!, ¿Cómo yo, que soy tan chingón, voy a permitirme perder el tiempo escuchando a otros inferiores?,  que se evaden y no entienden su mundo por su pereza y prejuicios; que hueva hablar con ellos, lo único que les interesa es el bendito chisme de Carmen Aristegui, Juai de rito,  y lo que pasa en el twitter de sus artistas favoritos.

Noté el miedo a vincularme con los demás por evitar sentir dolor, por ser ignorado como cuando era niño, ¿Para que vincularme con los demás? no me vayan a dañar…¡Mejor a chingar a su madre!

Pude observar  éstas y muchas otras capas que me separaban de un corazón abierto y vulnerable. Después de confrontaciones, cuestionamientos y analizar perspectivas más panorámicas de la situación, me llevaron a entender que el problema era que nunca había estado ahí para mi. Los desequilibrios en mi vida provenían de mi falta de compromiso y entrega a mí mismo.

Sé que suena trilladísimo y un consejo de señora: si no te lo puedes dar a ti mismo, no se lo puedes dar a los demás.

Seguro será todo un proceso el equilibrar mi autoestima, pero yo, budista hijo del Mahayana, que estoy intentando trascender al yo para dejar de sufrir, ¿Cómo debería de cultivar mi autoestima?, ¿Pues que no sufrimos debido al aferramiento al yo?, ¿Que no el sendero espiritual se trata de liberarse del aferramiento al Wii, al internet, a mi imagen, a las viejas y al Yo?

¿Cómo trabajar con un ego doble-moralista a lo mexicano?, quieres placer pero te sientes culpable de tenerlo (¡psss es pecado!), quieres llamar la atención, pero tienes miedo de que se den cuenta que quieres llamar la atención (eso es de gente egoísta y desesperada), quieres estabilidad económica, pero la gente con dinero es egoísta y mala, ¿no?

Que incongruencia. ¿Entonces con qué trabajamos? ¿Con el que quiere, o con el que se lo niega?

Si algo he observado es que cuando estoy meditando y no obtengo lo que quiero, hay de dos sopas: o me beneficio o me maldigo con ello. Cuando acepto la situación es gracias a que me siento tranquilo y seguro de mis capacidades y potenciales. Noto las condiciones que me evitaron profundizar y aprendo mucho.

Cuando me siento incapaz y dudo de mis capacidades me frustro, y producto de la ansiedad me ataco a mi mismo. ¡Nunca voy a lograrlo!, ¡Siempre me pasa lo mismo, esto no es para mi!, No puedo hacerlo, bla, bla, bla… ¡Por lo tanto, nunca lo voy a lograr, soy una mierda! Y por supuesto no aprendo nada y no me dan ganas de meditar de nuevo en mucho tiempo. Y si alguien se clava en ese viaje, hasta ahí llego su compromiso con la meditación.

Creo que la autoestima es importante. Cuando te aprecias lo suficiente harás lo que tengas que hacer para ser feliz y dejar de sufrir. Como te aprecias puedes tomar la mejor dirección para salir delante de una situación, alentarte y evitar sabotear tu propia práctica espiritual. Como te quieres, evaluarás si lo mejor que puedes hacer para ser feliz es dejar de aferrarte a tus ideas y las dejarás eventualmente. Si te aprecias lo suficiente entenderás que el bienestar de los demás influenciará tu propio bienestar y pensaras en ellos.

Si nos amamos con total entrega, quizás podremos entender que no hay nada a que aferrarse, por lo tanto podemos darle todo a los demás por que nunca  fuimos dependientes de algo o de alguien.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Una relacion sana con el mentor espiritual




En una sangha-reunión-tamaliza, con los amigos y compañeros de camino, después de platicar un rato y contarnos los últimos chismes del momento, salió a la luz el comentario más auténtico y honesto de la noche. Una de las chicas presentes dijo algo así como - A mí me cuesta un poco de trabajo relacionarme con nuestro Lama (mentor espiritual). Para mi es la máxima figura de autoridad. ¡Imagínense! Sus opiniones tienen mas autoridad que los de mi papá, el psicólogo e Internet juntos.- Todos reímos, e inmediatamente otra de la chicas presentes preguntó, -¿Pero cómo te cuesta relacionarte con él, a qué te refieres?, - bueno, es que… mmm, la verdad es que llevo como casi 15 años de conocerlo y siento que ni se sabe mi nombre, ni  me ubica realmente. Me cuesta trabajo ver que tiene preferidos. Y que nunca seré del tipo de alumnos “preferidos”.

Lo que siguió a eso fueron todo tipo de comentarios y recomendaciones, algunos conciliadores y otros no tanto, algunos empáticos y otros un poco alarmados. Lo que fue interesante es que gracias al comentario honesto de la chica, todos demostramos inconscientemente nuestro verdadero lazo que nos une a nuestro guía espiritual, lo que realmente sentimos por nuestro maestro en común.

Vaya que es un tema complicado el del mentor espiritual, sobre todo porque en él depositamos todas nuestras creencias, ilusiones y expectativas acerca del comportamiento de un verdadero maestro iluminado, o por lo menos, más iluminado que nosotros.

Imagínense, ¿Como debería de ser el maestro perfecto según nuestras creencias? Tendría que ajustarse a nuestra cultura, vivencias, género, gustos, religión, ética, nivel socioeconómico, ideas, estado de ánimo, etc. Para que él fuera exactamente como nosotros quisiéramos.

¿Cual es tu idea del maestro perfecto? ¡Wow!. La mía la tengo claramente definida. Debería de ser impecable como Don Juan, sin errores humanos, totalmente certero y contundente en todos sus actos, con la agudeza mental de Chogyam Trungpa, con su claridad y facilidad de palabra que devastan la mente ignorante con tan sólo escuchar sus comentarios, debería tener la ecuanimidad y amor que el Dalai Lama demuestra a todos los seres con los que tiene contacto, mmmhhh… también tendría que ser místico a lo Gurdieff, quizá con la capacidad de cautivar a las masas como Deepak Chopra, un poco loco como los sabios no conceptuales del zen, y con “onda”, actitud y cuerpo de G.I Joe como Lama Ole Nydahl y si se puede, aunque no es tan necesario, chingón en las artes marciales como Bruce Lee. ¡Ah! Y yo tengo que ser de sus favoritos.

Cuando convivo con mis maestros cada dos años en el retiro de fin de semana, o en el seminario express de 2 días intensivos, mi fantasía sobre su perfección suele durar. Pero al mantener cercanía y al conocerlos mejor, los maestros no encajan tanto con mis ideas de cómo deberían de ser, y al darme cuenta de esto empiezo a sufrir y a dudar de su enseñanza.

Lo que he aprendido con el paso de los años y muchos dolores de cabeza, es que, para llevarla en paz con el mentor y sacarle el mayor provecho a sus enseñanzas, lo mejor es distinguir entre lo que es la enseñanza que apunta hacia la verdad y lo que es el individuo que las está dando. Exaltar y valorar su enseñanza y sus cualidades que nos acercan a nuestra naturaleza abierta y clara, y no poner tanta atención en el individuo o sus errores.

Podemos usar la metáfora común que se encuentra en el budismo tibetano para describir a la mente: La verdadera naturaleza del mentor y la realidad a la que apunta son como el cielo, y su personalidad y errores son como las nubes. No es que no veas las nubes, sino que mantienes claridad acerca de que éstas son temporales y circunstanciales, y la naturaleza abierta y clara del cielo siempre está presente, a pesar de que las nubes lo cubran.

A mí me es difícil tener siempre en mente esta metáfora, y suelo olvidarla pues creo que no hay fantasía mas difícil de trascender, que las propias ideas acerca de la iluminación.

Si quieren informarse mas, hay un libro excelente que habla al respecto, y creo que es un, “debe de leerse”, si deseas mantener una relación seria con un mentor espiritual: Relating to a Spiritual Teacher: Building a Healthy Relationship, de Alexander Berzin, o pueden checar la siguiente liga de su página, que tiene fragmentos traducidos al español de este libro,(busca la sección “La relación espiritual estudiante-maestro” y navega por las ligas que te interesen sobre este tema):


Mis mejores deseos para sus vínculos espirituales y que podamos ir mas allá de nuestros conceptos para ser de mayor beneficio a nosotros y los que nos rodean.


jueves, 27 de enero de 2011

Tierra de Zombies


Ayer vi la película “Tierra de Zombies” del director Ruben Fleischer. Nunca fui fan de los zombies hasta que mi esposa me transmitió su “pasión” por ellos.

Cuando éramos amigos, le pregunte por qué le gustaban tanto los zombies, y una de las razones que me dio, es que los zombies son una metáfora de la manera en la que vivimos; como muertos vivientes.

Vaya que me pareció interesante la analogía! Los muertos vivientes de movimientos aletargados y sedientos de carne fresca, dejaron de ser algo ridículo y se convirtieron en algo familiar, algo con lo que convivía todos los días.

¿Son los muertos vivientes muy diferentes a nosotros? Solo hace falta subirse al metro a las 6 de la tarde, para ver que muchos de los usuarios son una fiel representación de estas criaturas. Y con todos los matices zombies:  De entrada mantienen la vista apagada, mirada al vacío, jeta de hueva infinita, y movimientos lentos. El problema es cuando se tornan violentos al apañar lugar o al intentar subir al ya atascado vagón. La agresividad zombie se pone intensa.

¿No actuamos igual en nuestros trabajos, en la escuela ó con nuestra familia?

A mi me pasa seguido, sobretodo cuando hago cosas que no me interesan, a veces el reflejo de algún vidrio me demuestra mi realidad, “cara de zombie”. Al igual que ellos actuó como si las cosas no tuvieran sentido, hasta que me topo con aquello que me va a saciar la intensa hambre  de satisfacción que tengo en mis tripas. Sediento toco el claxon cuando alguien me impide llegar a tiempo a la cita, ¡Quítate wey!

Después de un día intenso, exhausto, quiero descansar y desconectarme viendo la  bendita tele, sediento agarro el control y listo para chuparme el tuétano de la serie CSI se acerca mi pequeñín y me dice, -¡Papá dibujar!- , a lo que le respondo, -Ahora no papacito, déjame ver la tele un rato y después dibujamos-, -¡Papá dibujar!-, -Ahora no hijo, después-, -¡Papá dibujaaar!!!-, -¡No!, ¡Papá no va a dibujar ahorita!-, después sigue el llanto del pequeñín y llega su madre al rescate, -ven chiquito, deja a papá descansar, vamos a dibujar-.

En ese momento me siento el ser mas desagradable del mundo, “un despreciable sediento zombie”. Que curioso, cuando damos por dado las cosas y pensamos que tenemos mucho tiempo para disfrutar la vida “después”, actuamos como zombies. Pensamos cosas como: cuando tenga tiempo, cuando cambie de chamba, cuando mi hijo crezca, cuando me jubile, cuando salga de vacaciones, etc., entonces podré disfrutar.

Por el contrario, cuando por suerte valoramos el poco tiempo que tenemos en la vida y notamos que la vida se nos va como agua, decidimos aprovecharla y vivirla intensamente, sin desperdiciar ni un pequeño instante.

Que curioso, cuando notamos que somos mortales y no tenemos tiempo que perder aprovechamos la vida al máximo, pero cuando nos sentimos inmortales y sentimos que tenemos demasiado tiempo para aprovechar nuestra vida “después”, nos comportamos como muertos vivientes.

Les deseo una excelente vida.

Atte: Mente de cocodrilo, (quien a veces actúa como “mente de zombie”).

miércoles, 19 de enero de 2011

Buscando un sendero espiritual


¿Por qué estás en un sendero espiritual? ¿Por qué no conformarse con seguir la tradición espiritual que tus padres te enseñaron, de la forma tibia y desinteresada que lo hacen todos? Ya sabes, hacer como que vas a misa y te persinas mientras estás pensando en si comer enchiladas o mariscos.

Esta vez, relataré brevemente mis razones. Los porqués de mi búsqueda espiritual.

Todo se remonta a mi tierna y cachetona infancia. Cuando cursaba tercero de primaria, estaba con mi grupo de amigos jugando en el recreo, y uno de ellos empezó a platicar sobre su hermano mayor, el cual ya estaba en sexto de primaria y comento algo como lo siguiente:

- ¿Qué creen? Mi hermano ya tiene novia y todo el tiempo se la pasa hablando por teléfono con ella. Alguien del grupo comentó, - Órale! ¿Apoco le gustan las niñas?, ¿Pues en que año, va? – Va en sexto, me lleva tres años. Ya los he cachado algunas veces dándose besos en la boca. ¡Guuuáaaaaacala!- A lo que todos respondimos en coro. ¡Guuuáaaaaacala! – No entiendo, antes no le gustaban las niñas; y ahora no se puede separar de su noviecita. ¿Qué le ve? Si todas las niñas son aburridas y chillonas!

Recuerdo que todos empezaron a dar su punto de vista de forma exaltada sobre lo horrible y aburrido que sería pasar todo el tiempo con una niña. De repente, recuerdo que mi lógica saltó de lo más profundo de mí, y me dijo: ¡Psss claro! Las niñas no te gustan, pero no conoces algún hombre adulto al que no le gusten; por lo tanto, a tí y a tus amigos también les gustarán cuando sean adultos. (Por cierto en los ochentas, el movimiento gay todavía era muy subterráneo, por lo que no se me cruzó esto por la mente).

Horrorizado por la revelación interrumpí a mis amiguitos y les dije: -¡Oigan! Pero si a todos en algún punto les empiezan a gustar las niñas… ¿Como saben que a nosotros no nos van a empezar a gustar también? Un silencio incomodo se hizo presente por unos segundos, unos dos pequeñines se quedaron callados reflexionando al respecto y el resto contestaron al unísono: ¡Nooo! A mí no me van a gustar nunca las niñas!

Por supuesto que en un par de años, a la mayoría le acabaron gustando. Con sus excepciones, claro.

Muchos años después, platicando con un grupo de amigos de la secundaria, todos hablábamos de nuestros grandes planes para el futuro, y todos planteaban ocupaciones trascendentes: descubrir la cura del SIDA, construir negocios transnacionales, hacer una banda más chida que Caifanes o ser tan espectaculares en la cancha como Michael Jordan, grán hit noventero.

El mundo nos quedaba chico. Entre la platica alguien comentó: ¡Eso sí! Yo no quiero ser como mis papás- Todo el tiempo se quejan de lo que les pasa, de sus trabajos, están aburridos de la vida y lo único que hacen en la noche es ver la tele y los  fines de semana van a pastar a plaza Satélite.

Empezó un animoso barullo colectivo apoyando el reciente comentario. De repente mi lógica saltó de nuevo. ¿Cuantos adultos conoces que no estén aburridos y no se la pasen viendo la tele casi todo el tiempo?, ¿Qué te asegura que tú y tus amigos no terminarán igual que la mayoría?.

En ese momento literalmente sentí pánico. Exaltado, les comente a todos. ¿Pero cuántos adultos conocemos que no estén amargados y aburridos? ¿Cómo sabemos que no nos va a pasar a lo mismo a nosotros? Un silencio incómodo se hizo presente, dos o tres personas del grupo se quedaron reflexionando y la mayor parte del grupo respondió al uníoslo: ¡Nooo! ¡Eso a mí no me va a pasar!

La revelación se me clavó en el pecho como un frío, puntiagudo y desgarrador cuchillo. Mi lógica ya me había revelado el futuro una vez anterior, y no se había equivocado.

Las pruebas estaban frente a mis ojos, ¿Cómo sabía que a mi no me iba a pasar?, ¿Qué me aseguraba que no iba a terminar como un pedo aburrido, como dice Don Juan? Estas preguntas me perseguían día y noche, totalmente asustado por el terrible futuro que me esperaba.

En ese momento me determiné a buscar respuestas. No descansaría hasta encontrar aquello que me diera paz y plenitud, y en ese momento, comenzó mi viaje por la verdad.

viernes, 14 de enero de 2011

No puedo meditar, ¿Como le hago?


¿Por qué, si creemos que la meditación trae grandes beneficios a nuestra vida, no meditamos con continuidad? ¿Por qué, si después de mantener un periodo de constancia en nuestras sesiones de meditación, eventualmente nos aburrimos y preferimos dedicarle el tiempo a otra cosa?

No hay una sola respuesta para esta pregunta, pues depende de la persona que la está formulando. Cada uno de nosotros tiene profundos y sofisticados argumentos para justificar sus prioridades.

Si creemos que la meditación es un escenario ideal para transformar nuestra visión de las cosas y conocernos mejor, entonces, ¿por qué no meditamos? O al menos, ¿Por qué no meditamos en forma, salvo 10 minutos cada 15 días?

¿Será que la tele tiene mejores respuestas para las dificultades de nuestra vida? Sucede que nos sentimos plenos, alegres y con mayor lucidez una vez que termina el capítulo de Dr. House.  ¿O tan sólo nos sentimos entretenidos? Quizá, hablarle por teléfono a nuestro cuate incondicional nos abre una perspectiva nueva de la vida cuando nos dice, como siempre: “No te azotes wey, ya sabes como son las viejas…. no las peles, están neuróticas”. O quizás la respuesta que buscamos a nuestra ansiedad y depresión esté en la Quo o mejor aún, en la Quien.

Vayamos despacio, primer paso: Ser honestos.

Claro, ya nos sabemos el choro de las ventajas de meditar y las desventajas de no hacerlo, entendemos que vale la pena el esfuerzo, pero lo que gobierna nuestros actos no son nuestras ideas. Son nuestros argumentos viscerales, nuestras emociones, así que cuando ya estás viendo el colchón de meditación y sientes un: aaaayyyy mejor mañana temprano…seamos curiosos y cuestionémonos con apertura ¿Por qué mañana?

Notaremos que las primeras respuestas que nos damos son superficiales y evasivas; notaremos una voz que nos dice, estoy muuyyyy cansado… en ese momento, mantengamos la apertura y cuestionémonos ¿Cómo? ¿Estás muy cansado para meditar, pero no para ver  el fut? El punto es que usemos nuestra capacidad de argumentación y nos cuestionemos hasta que lleguemos al fondo del asunto, hasta que seamos totalmente honestos: ¡No quiero hacerlo! Yo no puedo meditar, nunca logro lo que quiero en la meditación, no tiene caso.

Paso dos: Seamos nuestro mejor aliado. Mantengamos tolerancia para con nuestras emociones y démosles una mejor perspectiva. ¿Nunca logras lo que quieres?- estás exagerando - en otros momentos te has sentido muy bien y has notado pequeños progresos – bueno, si, no es para tanto.

Permitamos que nuestras dudas se expresen libremente y sigamos dándoles mejores y objetivas perspectivas, hasta que nos tranquilicemos un poco. Evitemos criticarnos y flagelarnos cuando las cosas no salen como queremos, tan solo nos lastimamos y terminamos convenciéndonos de lo “malos” o “chafas” que somos y de que “nunca vamos a lograr nada”.

Paso tres: Hagamos buenas negociaciones. Ya nos intentamos abrir a una mejor perspectiva, ahora negociemos con nosotros mismos: ¿qué tal si medito15 min?, 10 min? ¿no? mmmm ¿5 min? No importa si son 5 minutos mientras lo hagamos.

Si mantenemos constancia en nuestras sesiones y las hacemos de forma continua, poco a poco notaremos resultados y esto nos motivará a seguir meditando.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Control? o ¿no control?


Un tema clave en la meditación, y que continuamente sale a relucir de forma  indirecta, es el control. Muchos maestros hablan de controlar tus pensamientos, controlar tus acciones de acuerdo a las leyes del karma, domar y entrenar la mente, familiarizarse con estados mentales virtuosos, etc.

Sin embargo también escuchamos frases como: acepta las cosas como son, no etiquetes lo que te está sucediendo, no tengas expectativas en la meditación, fluye como el agua, no busques controlar la situación, etc.

En algún punto uno empieza a dudar, y se pregunta...¿ debo de controlar la situación? Necesito disciplinarme y meditar para transformar mi mente? Necesito dejar de luchar conmigo mismo y los demás? Pero si necesito aceptar las cosas tal cual son, para que necesito meditar? Pero si no medito…. mis hábitos me arrastran y me vuelvo a sentir desanimado, mediocre, con necesidad de reconocimiento, ¡y con ganas de que me apapachen!

Normalmente lo que uno hace ante esta diferencia de conceptos es tomar partido (por el que más nos gusta, claro está), y dividir los bandos. Y hay de dos: o te vuelves un guerrrrrero espiritual, determinado a destruir sus emociones perturbadas a través de actos impecables, o bien, decides fundirte con el universo, ser uno con el viento, fluir como el agua a lo Bruce Lee y permitir que las cosas sean como son.

Una vez que tienes partido, buscas a los de tu especie y criticas a la otra: ¿Como ves a Fernando? Muy alivianado y buena onda, pero la neta… ¡es un huevón! Ni medita, ni hace nada más que cumplir todos sus caprichos, argumentando que está dejando que las cosas sean, que me aliviane….. pobre güey, solo se esta haciendo pendejo! En cambio Fernando va con Antonia y le dice, como ves a Sebastián, me dijo que me estaba haciendo pendejo por que me las doy de muy alivianado, pobre neurótico apretado, ojalá y un día se dé cuenta que no hay que controlar tanto las cosas, ninguna chica va a querer estar con el por apretado, je je je.

Lo interesante es que ni Fernando, ni Sebastián están equivocados y tampoco están en lo correcto; simplemente se fueron a los extremos. Necesitamos apertura para aceptar nuestra circunstancia y los factores que nos empujan a que actuemos de cierta manera; y necesitamos comprender que a través de la interdependencia o de la causalidad las cosas cambian y podemos influenciarlas.

Por ejemplo: desde que eras adolescente te obsesionaba ser la mas guapa y sexy del salón.  Esta obsesión es un hábito que has cultivado por años, y ahora te das cuenta de que ésta obsesión te ha hecho sufrir y te ha vuelto muy insegura, y quieres arrancar de tajo estas emociones y volverte una renunciante, cual monja tibetana.

¿Realmente crees que puedes detener una enorme ola con pararte frente a ella?

Mientras lo intentemos, la ola nos va a arrastrar y nos vamos a sentir muy decepcionados. Si no lo intentamos, la ola nos seguirá llevando a su merced y experimentaremos las dolorosas consecuencias. Necesitamos ver con claridad que es normal que esta obsesión nos siga afectando durante un  buen tiempo, pero que a través de aceptar esta ola y navegar con ella, tendremos más claridad, y que aplicando la técnica adecuada de meditación, con constancia, paciencia y determinación, podremos poco a poco darnos cuenta que obsesionarnos no era necesario, que no necesitamos apoyarnos demasiado en nuestra imagen, en nuestras creencias y posesiones.

Así pues, tropicalizando el tema: ¡ni muchas velas que quemen al Buda, ni pocas que no lo alumbren!