miércoles, 25 de mayo de 2011

Todos los seres tienen naturaleza de Buda


Es recurrente escuchar en las distintas escuelas del Budismo que todos los seres tienen naturaleza de Buda.

Suena bonito, reconfortante y bastante buena onda. Incluso al estudiar el Dharma (las enseñanzas del Buda) uno puede deducir que es probable que esto sea verdad. Se argumenta que la ignorancia, el apego y el rechazo, que son la principal fuente de nuestra confusión y dolor, tienen origen en nuestra mala percepción de cómo existimos y cómo existen los fenómenos (impermanentes y carentes de existencia absoluta). Si los seres son capaces de vivir la realidad de todos los fenómenos de forma directa y clara, se pueden liberar de la confusión y alcanzar la iluminación o acceder a su naturaleza Búdica.

Por supuesto se han escrito infinidad de profundos tratados a lo largo de la historia del budismo que tratan estos temas, y lo que yo pueda decir sin ser un academico, filósofo o un gran contemplativo sería bastante chafa. Sin embargo, mis últimas vivencias me han dado una valiosa lección al respecto.

Desde enero de este año, he estado en unos talleres vivénciales donde trabajas tu desarrollo humano, tu psique. Desde el primer día noté dos personas que me hicieron pensar, - ¿Estos qué hacen aquí? Con esa actitud tan rígida no creo que cambien para nada, están perdiendo su tiempo…  güeva! -

Primero comentaré sobre una señora que llamaré Regina. Ella es una señora ya entrada en edad con un camino ya recorrido, con porte de “ñora” digna y de carácter fuerte. ¿Que se le puede enseñar a una ñora que mantiene una actitud de “yo ya me la sé de todas, todas?” Típica doña que se molesta si cuestionas su imagen o sus ideas, donde uno prefiere ahorrarse el numerito y darles el super avionazo para no meterse en broncas. Después de varias dinámicas donde su imagen fue cuestionada de pies a cabeza; donde ella pudo darse cuenta que no necesitaba defender nada y aferrarse a su coraza, Regina se quebró…

Tuve la fortuna de ser su confidente ya que trabajamos mucho juntos, y me sorprendí pues nunca pensé que le podía ser tan honesto a alguien de su edad y que ella me iba a escuchar y a complementar con total honestidad y claridad. Me confesó sus errores del pasado, sus malos entendidos y me los entregó para que yo pudiera aprender de ellos; no le importó lo que yo pudiera pensar o decir de ella, simplemente fue transparente para ayudarme, y gracias a ello, lo logró.

La siguiente persona la llamaré Viviana, el primer día que la conocí, la ví directo a los ojos. Note la dureza de su cara, su odio y rencor a flor de piel, tenía una fiereza en su mirada lista para atacar a quien se atreviera a dañarla en lo mas mínimo. Yo pensé - ¡Que miedooooo, ni loco me le acerco a esta pinche vieja – lo primero que le dije fue, - No confío en ti – y ella me contesto muy molesta, ¡Pues yo tampoco confío!

Después de trabajar con los oscuros fantasmas de su pasado, Viviana sollozó como nunca había visto a alguien hacerlo, los fuertes y liberadores lamentos de su dolor profundo y antiguo penetraron mi pecho, desgarraron mi corazón y pude entender que esa dura imagen era producto de alguien que sufría demasiado.

Entendí a un nivel vivencial la frase de mi querido Lama Ole Nydhal, “Quien se siente bien actúa bien, quien se siente mal, actúa mal”. Ese día me prometí no olvidar a Viviana por el resto de mis días, que tremenda lección de vida me había dado.

La Viviana que conocí después, se transformó en una persona con una conexión directa con la naturaleza y la realidad orgánica del mundo, como una guerrera apache: era fuerte, intensa, apasionada, espontánea y sin barreras. Como un ser mítico de la naturaleza, espontáneo, cariñoso, directo y sin filtros.

Todos y cada uno de mis compañeros del taller revelaron parte de su verdadera naturaleza y no hubo uno solo al que pudiera verlo como poco interesante. Todos en algún punto fueron claros, directos, honestos, gozosos, tal y cual eran en realidad. Ví al ser humano en cada uno de ellos.

Antes yo pensaba que era “probable” que todos los seres tuvieran naturaleza de Buda, sin embargo sentía que en la mayoría era imposible hacer mucho en esta vida, debido a su dura y necia capa, - quizás en vidas futuras -, pensaba…

Ahora sé que estaba muy equivocado, mi experiencia me dice que hasta los mas duros, viles y ruines tienen naturaleza de Buda, solo la coraza que los separa de ella es en medida del dolor que están sintiendo y la gente se puede transformar mucho más de lo que me imaginaba.

Aunque esto era algo que ya me habían dicho muchas veces los viejos Lamas, ahora tiene un profundo sentido en carne propia para mí.