miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Control? o ¿no control?


Un tema clave en la meditación, y que continuamente sale a relucir de forma  indirecta, es el control. Muchos maestros hablan de controlar tus pensamientos, controlar tus acciones de acuerdo a las leyes del karma, domar y entrenar la mente, familiarizarse con estados mentales virtuosos, etc.

Sin embargo también escuchamos frases como: acepta las cosas como son, no etiquetes lo que te está sucediendo, no tengas expectativas en la meditación, fluye como el agua, no busques controlar la situación, etc.

En algún punto uno empieza a dudar, y se pregunta...¿ debo de controlar la situación? Necesito disciplinarme y meditar para transformar mi mente? Necesito dejar de luchar conmigo mismo y los demás? Pero si necesito aceptar las cosas tal cual son, para que necesito meditar? Pero si no medito…. mis hábitos me arrastran y me vuelvo a sentir desanimado, mediocre, con necesidad de reconocimiento, ¡y con ganas de que me apapachen!

Normalmente lo que uno hace ante esta diferencia de conceptos es tomar partido (por el que más nos gusta, claro está), y dividir los bandos. Y hay de dos: o te vuelves un guerrrrrero espiritual, determinado a destruir sus emociones perturbadas a través de actos impecables, o bien, decides fundirte con el universo, ser uno con el viento, fluir como el agua a lo Bruce Lee y permitir que las cosas sean como son.

Una vez que tienes partido, buscas a los de tu especie y criticas a la otra: ¿Como ves a Fernando? Muy alivianado y buena onda, pero la neta… ¡es un huevón! Ni medita, ni hace nada más que cumplir todos sus caprichos, argumentando que está dejando que las cosas sean, que me aliviane….. pobre güey, solo se esta haciendo pendejo! En cambio Fernando va con Antonia y le dice, como ves a Sebastián, me dijo que me estaba haciendo pendejo por que me las doy de muy alivianado, pobre neurótico apretado, ojalá y un día se dé cuenta que no hay que controlar tanto las cosas, ninguna chica va a querer estar con el por apretado, je je je.

Lo interesante es que ni Fernando, ni Sebastián están equivocados y tampoco están en lo correcto; simplemente se fueron a los extremos. Necesitamos apertura para aceptar nuestra circunstancia y los factores que nos empujan a que actuemos de cierta manera; y necesitamos comprender que a través de la interdependencia o de la causalidad las cosas cambian y podemos influenciarlas.

Por ejemplo: desde que eras adolescente te obsesionaba ser la mas guapa y sexy del salón.  Esta obsesión es un hábito que has cultivado por años, y ahora te das cuenta de que ésta obsesión te ha hecho sufrir y te ha vuelto muy insegura, y quieres arrancar de tajo estas emociones y volverte una renunciante, cual monja tibetana.

¿Realmente crees que puedes detener una enorme ola con pararte frente a ella?

Mientras lo intentemos, la ola nos va a arrastrar y nos vamos a sentir muy decepcionados. Si no lo intentamos, la ola nos seguirá llevando a su merced y experimentaremos las dolorosas consecuencias. Necesitamos ver con claridad que es normal que esta obsesión nos siga afectando durante un  buen tiempo, pero que a través de aceptar esta ola y navegar con ella, tendremos más claridad, y que aplicando la técnica adecuada de meditación, con constancia, paciencia y determinación, podremos poco a poco darnos cuenta que obsesionarnos no era necesario, que no necesitamos apoyarnos demasiado en nuestra imagen, en nuestras creencias y posesiones.

Así pues, tropicalizando el tema: ¡ni muchas velas que quemen al Buda, ni pocas que no lo alumbren!

No hay comentarios:

Publicar un comentario