viernes, 14 de enero de 2011

No puedo meditar, ¿Como le hago?


¿Por qué, si creemos que la meditación trae grandes beneficios a nuestra vida, no meditamos con continuidad? ¿Por qué, si después de mantener un periodo de constancia en nuestras sesiones de meditación, eventualmente nos aburrimos y preferimos dedicarle el tiempo a otra cosa?

No hay una sola respuesta para esta pregunta, pues depende de la persona que la está formulando. Cada uno de nosotros tiene profundos y sofisticados argumentos para justificar sus prioridades.

Si creemos que la meditación es un escenario ideal para transformar nuestra visión de las cosas y conocernos mejor, entonces, ¿por qué no meditamos? O al menos, ¿Por qué no meditamos en forma, salvo 10 minutos cada 15 días?

¿Será que la tele tiene mejores respuestas para las dificultades de nuestra vida? Sucede que nos sentimos plenos, alegres y con mayor lucidez una vez que termina el capítulo de Dr. House.  ¿O tan sólo nos sentimos entretenidos? Quizá, hablarle por teléfono a nuestro cuate incondicional nos abre una perspectiva nueva de la vida cuando nos dice, como siempre: “No te azotes wey, ya sabes como son las viejas…. no las peles, están neuróticas”. O quizás la respuesta que buscamos a nuestra ansiedad y depresión esté en la Quo o mejor aún, en la Quien.

Vayamos despacio, primer paso: Ser honestos.

Claro, ya nos sabemos el choro de las ventajas de meditar y las desventajas de no hacerlo, entendemos que vale la pena el esfuerzo, pero lo que gobierna nuestros actos no son nuestras ideas. Son nuestros argumentos viscerales, nuestras emociones, así que cuando ya estás viendo el colchón de meditación y sientes un: aaaayyyy mejor mañana temprano…seamos curiosos y cuestionémonos con apertura ¿Por qué mañana?

Notaremos que las primeras respuestas que nos damos son superficiales y evasivas; notaremos una voz que nos dice, estoy muuyyyy cansado… en ese momento, mantengamos la apertura y cuestionémonos ¿Cómo? ¿Estás muy cansado para meditar, pero no para ver  el fut? El punto es que usemos nuestra capacidad de argumentación y nos cuestionemos hasta que lleguemos al fondo del asunto, hasta que seamos totalmente honestos: ¡No quiero hacerlo! Yo no puedo meditar, nunca logro lo que quiero en la meditación, no tiene caso.

Paso dos: Seamos nuestro mejor aliado. Mantengamos tolerancia para con nuestras emociones y démosles una mejor perspectiva. ¿Nunca logras lo que quieres?- estás exagerando - en otros momentos te has sentido muy bien y has notado pequeños progresos – bueno, si, no es para tanto.

Permitamos que nuestras dudas se expresen libremente y sigamos dándoles mejores y objetivas perspectivas, hasta que nos tranquilicemos un poco. Evitemos criticarnos y flagelarnos cuando las cosas no salen como queremos, tan solo nos lastimamos y terminamos convenciéndonos de lo “malos” o “chafas” que somos y de que “nunca vamos a lograr nada”.

Paso tres: Hagamos buenas negociaciones. Ya nos intentamos abrir a una mejor perspectiva, ahora negociemos con nosotros mismos: ¿qué tal si medito15 min?, 10 min? ¿no? mmmm ¿5 min? No importa si son 5 minutos mientras lo hagamos.

Si mantenemos constancia en nuestras sesiones y las hacemos de forma continua, poco a poco notaremos resultados y esto nos motivará a seguir meditando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario